2ª temporada de «Separación» (‘Severance’) no es tan buena
2ª temporada de «Separación» (‘Severance’) no es tan buena, junto a ‘Los ensayos’, ‘Separación’ fue la serie más sorprendente y estimulante de 2022.
Y, junto a la excelente ‘Slow Horses’, también estrenada en ese año, y la comedia deportiva ‘Ted Lasso’, se convirtió en uno de los buques insignia de Apple TV+, la punta de lanza en su intento por conseguir lo que lleva cinco años buscando (y aún no ha logrado): convertirse en la nueva HBO, el sitio de las “series de calidad”, la estrella Michelin dentro del buffet libre del streaming.
La segunda temporada de ‘Separación’ prometía muchísimo. Después de haber encabezado la mayoría de las listas con las mejores series del año, las expectativas estaban por las nubes.
El ruido en las redes había sido considerable, con mucho fan lanzando teorías chifladas y buscando significados ocultos hasta en el borde de una taza de café.
Un ruido que se ha amplificado en esta nueva temporada, impulsado por los propios creadores, quienes han publicado vídeos entre capítulo y capítulo (se ha estrenado uno a la semana) sobre las diferentes teorías.
Finalizado el décimo y último episodio (habrá tercera temporada), la sensación que me deja la serie se puede resumir en dos exclamaciones que me venían a la cabeza cada vez que veía un capítulo: 1) “¡Dios, cómo mola la estética!” y 2) “¡Por Dios, qué larguísima se me está haciendo!” (una tercera sería, “¡Dios, pero cómo baila Tramell Tillman!”).
Por que la 2ª temporada de «Separación» no es tan buena
Empecemos por la primera. Visualmente, la segunda temporada de ‘Separación’ sigue siendo enormemente atractiva. Mucho. Desde lo cuidados que están todos los detalles del diseño artístico, hasta esas pinceladas muy sutiles y deliciosamente anacrónicas de estética setentera –tanto en los objetos como en la puesta en escena- que aparecen a lo largo de la serie. Pasando, claro está, por esa dialéctica visual fuera/dentro de la oficina, que tan bien funciona a nivel dramático y expresivo, como brillante metáfora de la separación mental de los protagonistas. Y, sin olvidar, la renovada (y estupenda) secuencia de apertura.
Desde un punto de vista argumental, su creador, Dan Erickson, le ha dado un giro existencialista bastante interesante a la serie, alejándose de la sátira sociopolítica y profundizando en las implicaciones filosóficas y emocionales de la dicotomía “dentri” “fueri”. Sin embargo, por otra parte, se ha enredado en subtramas románticas y conspirativas, incorporando personajes y situaciones cada vez más extravagantes y rebuscados, como una versión cutre de Lynch, que, en lugar de generar interés, terminan provocando cansancio.
Una sensación de fatiga acrecentada por el que, sin duda, es el gran problema de esta segunda temporada: el ritmo. La serie avanza con una parsimonia que solo parece justificarse por la necesidad de (re)llenar minutos para estirar la historia hasta diez capítulos cuando, en realidad, daría para seis o siete. Menos mal que el señor Milchick se vuelve a marcar un bailecito…
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